domingo, 18 de marzo de 2018

OCHENTA AÑOS


Acaba de cumplirlos, no los aparenta, aún con las dos rodillas operadas, camina por su barrio, va, viene, primero con las muletas, luego con una, ahora ya puede caminar sin nada.

Se sienta en un banco, todos los días el mismo, lleva más de un año que todos los días va al mismo banco, excepto si llueve.

Al principio no se daba cuenta, se sentaba allí porque estaba muy cansada, luego empezó a sentarse porque le gustaba su conversación, sí, la de él, y ahora, sin quedar, quedan...

El otro día se lo dijo a su nieta...antes lo ha estado pensando, comprendiendo, asumido, en el silencio de sus noches en blanco, le dijo: Estoy enamorada.

La nieta le contestó: claro, del abuelo. No, le dijo ella, de un hombre que he conocido en un banco...

¿Como? Le dijo su nieta, cuéntame abuela, cuéntame...

Y ella, poco a poco empezó a contarle a su nieta, su vida...

Sé puso de novia, lo conoció con las amigas, paseando, era un buen hombre, trabajador.

Fue algo natural...del noviazgo, pasó al matrimonio, a los nueve meses justos, nació su hija, un parto horroroso en el que casi pierde la vida y el decir de los médicos que no tuviera más hijos.

Años de trabajo, de hacer casa, criar a la hija, años en los que ni siquiera pensaba en el amor, la delicadeza, la ternura, años en los que era poco más que la mujer que lavaba la ropa y hacía la comida de su marido.

Poco a poco empezó a rehuirlo en la cama, no le gustaba, había oído hablar a alguna amiga, lo bien que se lo pasaba en la cama con su marido, las risas de las otras, los comentarios medio en risa medio en broma, y ella callada, no entendía porque su marido se subía encima de ella y en segundos disfrutaba él y se daba la vuelta y a dormir...así hasta que le dijo que NO.

Muchos años ya, durmiendo no sólo en camas separadas, lo primero, sino en habitaciones separadas.

Luego los tiempos cambiaron, empezó a leer libros en los que describían sensaciones que nunca había sentido y emociones que nunca se había dado con el que era su marido.

Ahora ha encontrado un hombre que todos los días le dice que sale a la calle para ver su sonrisa, que eso le ayuda a pasar el día que tiene por delante, que se duerme pensando en su boca, en el color de labios que lleva.

Su marido jamás se ha fijado en el color de labios ni en sus labios.

Nunca le ha dicho una palabra bonita, jamás le ha dicho que la quiere.

El otro día el hombre del banco le dijo que se había enamorado de ella, que tiene ochenta años y a veces su corazón late como cuando era un muchacho de quince y esperaba que apareciera la chica que le gustaba...


Pero diferente, ahora sabe de la soledad, del desamor, de la vida...

Se han contado sus vidas. No puede entender que nunca haya sido amada esa mujer que para él significa todo.

Le dice cuando ha ido a la peluquería, se fija en sus manos, preciosas a pesar de los años, en los ojos, como le brillan los ojos cuando ríe.


Qué quería llevarle el desayuno a la cama, caminar dándole su brazo, comprar juntos, sentarse juntos, dormir juntos, de la mano, despertarse a su lado, que así lo sueña desde hace mucho, y que no quería decírselo para que ella no lo apartara de ese ratito que comparten.

Y entonces le dice a su nieta: Paso las horas esperando salir, son las dos horas en las que soy más feliz que nunca, le he dicho que no voy a dejar al abuelo, él es viudo hace muchos años, pero necesito su compañía, su conversación, su risa, sus palabras, nunca nos hemos rozado ni las manos, pero cierro los ojos e imagino como debe ser cogerte de las manos, algo que nunca he hecho con el abuelo.

La nieta sigue callada, dime abuela, sigue: Nada, le contesta, bueno, sí, ahora me ha pedido el número de teléfono porque dice que si estamos malos no sabemos nada, y si un día llueve y no salimos...él no sabe que hacer sin escucharme, y yo no me atrevo a dárselo, a estas alturas de mi vida, podría haber dejado al abuelo, cuando era joven, pero eso no se hacía, ya sabes que tenía mi tienda, nunca lo he necesitado para tener un sueldo en casa, pero era lo que “tocaba” y yo si hubieran sido otros tiempos, al volver del viaje de novios, lo abría dejado, ya estaba embarazada de tu madre, pero la abría criado sola, pero eran otros tiempos...y ahora es tarde.

También le cuenta que los días que el abuelo estuvo ingresado, algo sin importancia, ella se sintió por primera vez libre, se sentía culpable, pero feliz, esos días que no la dejaban ir al hospital, salia y se sentaba en el banco y no tenia prisa por volver a casa a ponerle la comida al abuelo, incluso, volvía a salir alguna tarde con la esperanza de volver a encontrarse con él en el banco...cuando el abuelo regreso a casa, ella volvió a sentir la cárcel en la que lleva viviendo muchísimos años, tantos que casi ni se había dado cuenta que era una cárcel.

La nieta le coge las manos a la abuela y le dice: abuela solo se vive una vez, así que dale el teléfono a ese hombre que te hace feliz dos horas al día, mucho más de lo que te ha hecho el abuelo, y deja que el tiempo pase sin pensar en nada más que en ser feliz, ahora son dos horas, mañana quién sabe...

La abuela piensa que su nieta ve las cosas de otra manera, pero en el fondo sabe que le va hacer caso, mañana cuando salga llevará el teléfono anotado y se lo dará. Pensar en él la esta haciendo vivir, ahora a sus ochenta años, y mañana...quién sabe si habrá un mañana.

Antes de irse la nieta le dice que no le diga nada a su madre, su hija, ella no la entendería.

Curiosa forma de entenderse, dando el salto de una generación, las vueltas de la vida, la vida que te sorprende.