Hace tiempo que quería hablar de este tema y hoy han surgido en el patio comentarios respecto a tenerlas, quitarlas, cada uno piensa de una forma, todas valen.
En mi vida ha habido dos grandes cambios respecto a las fotografías.
Cuando tuve mi propia casa, puse las fotografías que más me gustaban de mi niñez, sola, con mis padres, con mi padre, las de mi boda. Y en un mueble, aparte, las de mis abuelos, bisabuelos, junto con la familia de mi marido, entonces. Era como una misma familia, la que empezábamos...
Cuando venía alguien a casa siempre decía: cuanto te gustan las fotos!!!
Así es, luego nació mi hijo, y ya imaginaros, fotos del niño, casi diarias, algunas las colocaba, las iba cambiando, otras siempre han estado y están en su habitación, desde el momento que las revelamos, antes era un proceso más largo y caro.
Luego se fueron llenando albunes de fotos, viajes, vacaciones, fiestas familiares, días de colegio, un momento, una ropa, una mirada, cualquier cosa me motivaba a hacer una fotografía. Y muchas de ellas, fueron colocadas en nuestras sucesivas casas.
Luego nació la niña, lo mismo, pero menos, los hijos primeros se llevan cosas que los demás no lo hacen...pero también, muchas, muchísimas.
Fueron llenando rincones, casas de los abuelos, la casa que compramos en un bello lugar y restauramos. Y seguimos viendo a través de las fotografías, la vida, los niños creciendo, los abuelos haciéndose mayores, los amigos, todo.
Las fotografías son instantes de vida.
Hay un antes y un después en esa época de fotografías, en las que no se veían mis deformaciones, tenía las manos, preciosas, los dedos largos, y cuando miraba una fotografía pensaba: aquí aún no se me habían deformado, las manos, las rodillas, aquí no me dolía, aquí aún podía viajar, aquí aún caminaba varias horas para ver un museo o un lago. Y me iba haciendo daño e iba dejando de hacerme fotos.
Y luego llegó el divorcio. Y entonces, quité las fotografías en las que estábamos como la familia feliz que yo creí durante muchos años que eramos. Dejé las de los niños, pero las que estábamos nosotros, desaparecieron. Fueron a unas cajas, son de mis hijos, ellos decidirán si las ponen o las guardan o las miran. Al principio me dolía y mucho mirarlas, luego el dolor dejo paso a la decepción y nunca más las he vuelto a ver. En casa de mis padres, les pedí que las quitaran y en la casa del pueblo, a la que tan unido se siente mi hijo, allí están las fotos de abuelos, bisabuelos, las de los dos, porque son la familia de mis hijos, se han hecho copias para si un día mi hija quiere tenerlas.
No sé si me enteráis, pero es como el final de algo, fue el fin de la familia como la conocíamos, y no podían seguir esas fotografiás acompañándonos.
Luego conocí a Antonio, al cual no le gusta salir en las fotos, aunque le gustan hacerlas, y no tenemos ninguna juntos, solo tenemos una en nuestra habitación, un lugar íntimo, solo nuestro.
Luego ha habido otra situación que ha marcado mi relación con las fotografías. El fallecimiento de mi padre y venir a vivir a su casa. Mi madre lloraba y yo no podía mirar las fotos, así que también duermen en una caja, algún día puede que alguna vuelva a salir, pero por ahora no puedo mirarlas, sin sentir que mis ojos se llenan de lagrimas.
Ahora los chicos con las cámaras digitales, ya no “toco” ninguna foto. Se guardan en carpetas en el ordenador...
En casa, en Zaragoza, solo en la habitación de mi hija, hay fotografías, ella eligió las que le gustan y ha hecho un collage, no le he dicho nada ha puesto las que ha querido, en ninguna esta su padre, si lo hubiera hecho tampoco le hubiera dicho nada, es su espacio, su decisión, su elección.
No obstante hay muchas tardes de verano que me voy a leer a su cuarto cuando ella no esta, es más fresco y trato de que mi mirada no vaya a ese espacio donde hay tanta alegría en cada instantánea.
Esa es mi relación con las fotografías, un antes y un después marcado por la Vida.
Mi hija me dice que un día me traerá montones de cajas que hay en La Almunia, de fotografías, sin ordenar, será difícil hacerlo, pero si las trae las ordenaré y se las guardaré para ellos, para que algún día sus hijos conozcan momentos y lugares en los que hemos sido tremendamente felices y desgraciados, como la Vida misma.