El
otro día paseando por el que ahora es mi barrio, la Ciudad Jardín,
coincidí con las dos chicas que me inspiraron este relato que os pongo abajo y que tengo
publicado en mi libro "Momentos de vida". Ya las había visto desde que
vivo por aquí pero el otro día fue cuando los perritos, se quisieron
parar y hablamos...en una de esas calles rodeadas de jardines empezamos a
comentar lo que había cambiado el barrio, donde vivían mis abuelos,
donde han vivido ellas, siempre, probablemente nuestras familias se
conocieron, y luego hablamos de dependencia y enfermedad.
Caminando y conversando llegamos a su casa y me invitaron a entrar, me sorprendió muy gratamente su actitud, abrir su casa a una extraña
aunque en ningún momento me sentí así. Pasé por su jardín, hablamos de
los cambios para la adaptación del lugar donde se vive cuando te
acompaña una enfermedad degenerativa, conocí a su otra hermana, hablamos
de edades, de colegios.
Me
dijeron que cuando pase las llame, que ya sé donde viven, ellas conocen
donde vivo yo pero no pueden acceder. Ese encuentro hizo que me
conciliara con la Vida, que reconozca que hay buenas gentes, gentes que
te abren su casa y te dicen con generosidad que entres, no era un día
fácil para mí, pero ese encuentro y su actitud me alegraron el día y
cuando ahora paso por su casa, llamo a su perrito, Wally y si veo luz a
través de sus ventanas me siento más acompañada, nunca pensé que
llegaría a conocerlas, solo las admiraba por verlas con esa alegría en
sus sillas.
Qué
ilusión me hace que sean protagonistas de uno de mis relatos, ahora
espero ir a su casa para llevarles mi libro y darles las gracias, por
ser como son, por ser especiales y por sentirlas cerca de mi, quizá
porque hablamos el mismo idioma, quizá.
Quien me iba a decir que un día nos conoceríamos!!!
UNA FORMA DIFERENTE DE VIVIR LA VIDA
Cuando podía caminar, paseaba mucho alrededor de la Ciudad Jardín, allí podía ver todas las mañanas a unas chicas cada una en su silla de ruedas motorizada, una de ellas, con un perrito pequeño caminando pegado a su silla.
Todas las mañanas cuando iba a la rehabilitación me paraba en un banco y la perrita se acercaba a decirme cosas, sé que es perrita porque me lo dijo su dueña, siempre pensaba y me sentía mal de quejarme, yo caminaba con un bastón, pero ellas, que parecen hermanas, van con sus cuerpos deformados en una silla de ruedas, soy una afortunada. Nunca he hablado con ellas, no parecen
tener problemas de relacionarse, allí andan con un grupo de gente con perros, ni complejos.
Ahora que han pasado casi dos años que no voy a esa plaza porque no puedo caminar, suelo verlas sobre todo a la del perrito por las calles donde me muevo, entran a comprar, llevan bolsas, siempre van vestidas con colores alegres y bolsos de tela de colores llamativos. Las admiro, no tienen una vida fácil, pero estoy completamente segura que no se rinden y que no se lo ponen fácil a lo que las tiene atadas a esas sillas de ruedas.
Ahora hay otro caso que veo a través de una ventana, cuando salgo de casa, cada vez menos, todo hay que decirlo, me siento en un banco y enfrente hay un balcón acristalado, allí veo en una silla de ruedas a una mujer joven, siempre mirando la calle, nunca la he visto paseando, saliendo, dándole el aire en la cara.
Me
da la sensación que no quiere salir o porque no quieren que la vean en
la silla o porque a perdido la ilusión de salir a la calle y sentir el
sol, el viento, ver la gente, incluso hablar, o mirar, pero no siempre,
no, todos los días a través del cristal de su ventana.
Lo digo porque sé que es duro estar en casa día a día y ver pasar la vida por las ventanas, por eso a poco que puedo, salgo a la calle, es este año, el primero que no he ido a comprarme el regalo de mi cumple, ropa, porque me duele vestirme y desvestirme, y porque me digo que solo salgo a los médicos, espero que lleguen tiempos mejores, nunca pierdo la esperanza de que llegarán, nunca he
sentido complejo por como ha ido cambiando mi vida, mi cuerpo, mi forma de vestir ni de calzarme, ni ahora tener que tener la ayuda de una muleta para caminar inclinada, cuando a veces mi miro en un escaparate, no me reconozco, pero sigo saliendo a la calle, no me importa lo que piensen de mí, ni las miradas que a veces siento de pena, la gente, la minoría, tiene poca consideración hacia el enfermo que tiene señales visibles en su cuerpo. Sentir esas miradas, no duelen, pero molestan, mi forma de pasar de esas miradas, es pintarme los labios de color rojo, y si hace sol ponerme unas grandes gafas, graduadas de sol, y seguir, caminar, viendo como mi cuerpo se tuerce, pero caminar.
Me gustaría que esa mujer conociera a esas otras dos que pasean por todo el barrio, sin complejos, quizá las vea pasar por su ventana y entonces, ¿Que pensará? No podemos perdernos nada, a pesarde lo que nos ha tocado por eso aprovechemos el segundo, de la forma que nos haga felices, porque el tiempo pasa y no regresa y nosotros cada vez estaremos un poco peor, así que a pasar de todo y de todos y a VIVIR, que son dos días y uno suele estar nublado.