Ayer fui a Zaragoza, mi ciudad. En el momento que bajo del coche, me encuentro en casa. Por razones que no vienen al caso, hace más de 30 años, que no vivo en Zaragoza, pero mis visitas han sido constantes.
Les he enseñado a mis hijos, sus rincones, los parques, sus monumentos, sus museos, mi calle y mi barrio, el cual ahora es un poco suyo, ya que viven en Las Delicias y estudian en las aulas de su Universidad, bueno, casi, la niña, está a punto de selectividad.
Son mis raíces, parece que la gente que no tenemos pueblo, tengamos menos raíces, pero no es verdad, quizá se diluyen más en la aglomeración de una ciudad, pero están allí.
Soy de Zaragoza, de varias generaciones atrás por parte de mis padres, con lo cual el único contacto que tuve con un pueblo era la serie "Crónicas de un pueblo", muchos os acordareis, verdad?.
Cuando volvía de vacaciones al cole de monjas, Las Escolapias, una institución en la Ciudad, casi todas mis compañeras hablaban de sus pueblos y les extrañaba que yo no tuviera, incluso casi todas pensaban que era muy triste no tenerlo y además pasar todas las vacaciones en la ciudad, pero para nada.
Tuve la gran suerte de que mis abuelos maternos tenían una parcela en un sitio maravilloso, la Ciudad Jardín,
una isla, dentro de la Ciudad, allí todo era diferente del piso donde vivía, tenia jardín, una pequeña piscina que mi abuelo construyó, una casa con desván, donde subíamos a disfrazarnos y a "dormir" la siesta, y sobre todo a una maravillosa familia, soy hija única, pero mi madre tenía 11 hermanos y esa casa era como la película El Camarote de los Hermanos Marx. Siempre había gente y en cualquier momento se hacían comidas, meriendas y cenas con su larga charrada, debajo de una higuera, los mayores y los pequeños pululando por allí.
Eso es lo que más me duele, que a mis hijos les he podido enseñar la Ciudad que yo tanto quiero, y ellos también la quieren en su medida, pero el lugar, La Ciudad Jardín, sigue existiendo, pero la parcela se vendió, y la familia, poco a poco a ido desapareciendo... La edad se llevó a muchos, otros se fueron pronto, antes de tiempo... y los que quedamos, la vida nos ha llevado a no tener tan apenas contacto. Ellos han disfrutado de otras cosas pero la vida familiar, las risas, los lloros, el sentimiento de familia que durante muchos años hubo en esa parte de la Ciudad, ya se fue para siempre. Ahora los que somos ya los padres, casi abuelos, nos corresponde crear un lugar donde se den las risas, las conversaciones, la comida, en fin, un hogar al que querer volver siempre, como me pasa a mi, cada vez que recorro esas calles que me han visto nacer y crecer, un lugar en otro sitio, más pequeño, un piso pero lleno de calor, en mi maravillosa ciudad, Zaragoza.
1 comentario:
He leido tu publicación, me ha gustado mucho nos identifica a todos esos que no tenemos pueblo, aquella vida familiar la hemos perdido y es necesaria para la felicidad de todos nosotros. Un beso
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