Hoy es el primer día de otoño en mi ciudad, otoño real. Esta nublado, hace frío y mis huesos y mi alma se resienten.
Un poco más de un mes sin medicación "especial", desde la última alergia y la última entrada a urgencias...
Llevo dos noches que duermo mal, a pesar de la medicación. Hoy estaba en la ventana y veía a los adolescentes caminar despacio, muy despacio hacía el instituto, sin prisas, sin ganas, solo con algunas risas y bromas entre ellos, con todo el tiempo por delante.
También las madres con los niños pequeños, apuradas, corriendo, teniendo mil cosas que hacer y los niños remolones, sin prisa, sin querer caminar ni mucho menos entrar al cole.
Yo tampoco tengo prisa, no tengo nada que hacer, nada urgente, hoy nadie sabe lo que me cuesta moverme o vestirme...hoy sería un día de estar en casa y mirar la vida a través de la ventana.
Sin nada más que hacer...para qué?
El esfuerzo de moverme no me compensa con lo que tengo que hacer, todo lo puedo hacer sin salir de las paredes de mi casa, que me arropan como a un niño pequeño o a una persona enferma, como cuando eres pequeño y estas en la cama sin colegio, sin deberes, con calma, con todo el tiempo por delante.
No sé si es la fiebre que me acompaña estas noches o es mi mente que recuerda cosas que no quiero recordar despierta, pero cuando duermo vienen a mi una y otra vez, haciendo que me despierte con lágrimas en mi cara. Y un fuerte dolor en el alma.
Ya os dicho que me duele, no sé con certeza decir donde, pero quien le haya dolido lo sabe.
Miro mientras escribo por la ventana, las ramas de los árboles se mecen suavemente, el cierzo da una tregua, pero ha dejado mi cuerpo dolorido. Y recuerdo cuando viene mi nieta y la asomo a la ventana, enfrente de mi salita hay una pareja de tórtolas y nos acompaña su sonido, y nos despierta. Le pregunto: donde están las tortolicas? y ella mira con sus enormes ojos el mismo árbol que ahora miro yo, con diferentes ojos y distinta mirada. Hoy las tórtolas están calladas.
Y en cambio yo necesitaba hablar, por eso escribo, para contar como me siento y recordar que vendrán más días y estaciones y que no quiero mal gastarlas en lamentaciones por eso no me quejo, tan apenas sabe nadie mi dolor, como dice la canción.
Hoy es un día raro, de esos en los que quieres ser pequeña y que te digan que no te preocupes por nada...pero ahora eres tú quién lo dice porque ya no hay nadie más mayor que tú, nadie a quién preguntar lo que has olvidado o lo que recuerdas.
Vivamos este primer día de otoño como mejor podamos porque para bien o para mal, no se repetirá.
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