Cuando miro a los ojos a mi padre, no lo encuentro.
Qué duro que es verlo completamente desprotegido, dependiendo siempre de alguien.
Cuando pienso en él, mi padre, lo recuerdo fuerte, siempre dispuesto a ayudar, a hacer algo por los demás. Una persona sumamente amable, una persona que siempre ha tratado de hacer el bien, en resumen, un buen hombre, en el más amplio sentido de la palabra.
Mis primeros recuerdos, son de su mano, todos los Domingos, a casa de las abuelas, al parque y luego a tomar el vermú, él me aficionó a algo que me sigue entusiasmando...
Conforme fui creciendo, recuerdo su tolerancia y apoyo frente a mi madre, le decía, si a la chica le gusta, déjala.
También me apoyó cuando no quise seguir estudiando. Jamás un reproche, una palabra más alta, jamás.
Mi unión con él, ha sido tan fuerte, que le molestaba hasta a mi madre, que decía, siempre os ponéis de acuerdo... claro que siempre nos pillaba, pues ni él ni yo sabemos mentir, somos muy transparentes, se nos ve venir.
Lo han querido no solo su familia, sino también la de mi madre, ha sido el yerno y el cuñado “favorito”, amigos, compañeros de trabajo, vecinos, no creo que se encuentre a nadie que hable mal de él. Y no es pasión de hija, que también, es que me lo han dicho siempre, que bueno es tu padre, un orgullo.
Ahora, en estos últimos meses, que nos estas dejando, sigues siendo igual de bueno, solo que ya casi no lo recuerdas.
Cuando nació mi hijo, tu nieto, eso fue una locura, fuiste un abuelo joven, y te volcaste en él, y él en ti, cuando tu estabas sobraban todos, quería que lo durmieras, que le dieras de comer, todo.
Cuando se hizo más mayor, volviste a disfrutar de llevarlo al cine, como a mi, que todas las semanas me llevabas a ver la película que yo elegía. Las veces que has recorrido el parque de atracciones, las filas que has hecho, los juguetes que le has comprado...y tan contento y orgulloso.
Yo os veía a los dos tan contentos juntos, veía tu alegría, el brillo en tus ojos, esos mismos que ahora, a veces, no nos reconocen ni a tu nieto ni a mi.
Le llevabas en el coche, a donde él quería, yayo dame una vuelta, y otra y otra...nunca le decías que no.
Tu deseo era que se hiciera un poco más mayor, para que te acompañara al fútbol, para ver a tu equipo, el Real Zaragoza, y así fue, tardes de fútbol, que el niño volvía emocionado de ir contigo y con tu hermano, el tío Mariano. Ahora es un gran aficionado y le gustan los mismo que a ti, incluso es “culé”, pero no te acuerdas, ya no puedes hablar con él, de los partidos, jugadores, fichajes, entrenadores, nada, otra cosa que has dejado en algún rincón de tu mente.
Has sido mi eterno acompañante a mis frecuentes visitas médicas, siempre conmigo, callado pero a mi lado.
Recuerdo cuando estuve ingresada, estaba sola en el hospital y a las 6 de la mañana, se abrió la puerta de la habitación y apareciste tú, a mi se me iluminó el cuarto, que alegría!. Durante los días que estuve allí, tu estuviste junto a mí, tenia que enfadarme para que fueras a casa, a descansar.
También el día que salí, fue contigo, los dos solos, con tu fuerte brazo, ayudándome a caminar.
Y ahora que tú necesitas mi brazo, no puedo servirte de mucho. Qué duro es para mi, deseo que para ti, con tus lagunas, no lo sea. No te lo mereces.
Luego nació tu segundo nieto, mi hija, y te volviste loco de alegría, una niña, una niña, que bien!!! ya eras un poco más mayor, y la niña muy movida pero nunca te escuchamos ni una vez decirle que no a nada, cuantas horas jugando a la oca, al parchís, a las canciones, al teatro, a lo que la niña quisiera, siempre estabas dispuesto.
Y así fueron creciendo, hasta ahora, cuando los veo como te cuidan, te ayudan a levantarte, te dan sus brazos y su fuerza para que no te caigas, por lo menos mientras ellos te acompañan. Veo que los papeles se han tornado, ahora ellos te cuidan, te protejen, pero ya no hay juegos, ni casi alegría, solo dolor y sufrimiento por ver que la mayoría de las veces, casi, ni los conoces.
Ayer fuimos a verte y estuvimos contentos, creo que nos reconociste, casi toda la tarde, pero tampoco estoy segura. No sé cuando estás, porque tus ojos nos miran pero creo que no nos ven.
El primer día que me llamaste de usted y me dijiste que quién era, ese día, no lo olvidaré, me hice mayor de repente, ya no podía apoyarme en ti, tú eras quién necesitaba mi apoyo. Había dejado de ser tu niña, tu hija y era para ti, una completa desconocida.
Más duro es para mi madre que esta siempre con él, aunque la mayoría de los días no la conoce ni sabe que es su mujer con la que lleva casado 56 años y a la que siempre ha querido. No la recuerda, pero le sigue dando besos y se duerme cogido de su mano, aunque las más de las veces la llama “mamá”.
Siempre he querido mucho a mi padre, aunque soy muy cariñosa, creo que no se lo ha demostrado lo suficiente y que no le he dicho que lo quiero tanto como debería de habérselo dicho. Dicen que cuando no tiene remedio, te das cuenta.
Ahora cuando lo beso, él llora, y a mi su llanto, me supera.
Ayer estuvo muy lúcido, pero ya nunca ha vuelto a ser lo que fue. Mi padre se esta alejando, esta entrando en un mundo en el que no tenemos cabida, no queremos que se vaya pero no podemos hacer nada para que se quede. Sus recuerdos se esfuman y nosotros con ellos.
Un día leí, que no somos nada sin nuestros recuerdos, que ellos son los que nos mantienen vivos.
A MI PADRE, QUE YA NO LO PUEDE LEER.
1 comentario:
Joo,Isabel!A ti tmb te digo..que escribas un libro je,je!!Me encanta tu sinceridad!Y,me he emocinado leyendote!Erés un hija estupenda!Que bonito lo que escribes de tu padre!A mi,me pasa con el mio..aunq hace 6a que ya nos dejo,lo sigo queriendo mucho!Sigue dandole tu cariño que si,que se entera por dentro de él!!Gracias por compartir tus sentimientos!!Un abrazo
Publicar un comentario