Teniendo entre mis manos el libro que da título a esta entrada he disfrutado enormemente y seguro que volveré a sus páginas, a esos paraísos llamados jardines.
Empezando por los que la autora ha tenido, Penelope Levely, explicando lo que han significado para ella.
Luego
llevándonos a los jardines de escritores que sin haber tenido un jardín
no hubieran podido escribir ni lo que hicieron ni como.
Como ella dice: por sus jardines los conoceréis.
He
paseado por el jardín de mi admirada Virginia Woolf. Un paseo
apasionante que llevó a sus obras "Al faro" y "Las olas" y su cuento
corto, "Kew Gardens".
El jardín del Edén, "El paraíso perdido " de Milton.
Jardines del antiguo Egipto, en torno al año 1.500 a. C.
Un paseo por Pompeya, maravilloso el detenimiento de la belleza que puedes imaginar en sus ruinas.
Gran Bretaña al final del periodo romano contaba con más de mil villas con sus jardines.
Los jardines victorianos con su formalidad.
El jardín patricio y el plebeyo.
El
jardín pintado. Monet y sus nenúfares. Su jardín de Giverny, plantado y
cuidado para tener la inspiración para pintar y él mismo lo describió
como: "Mi más bella obra de arte".
De Monet a Matisse, Renoir, Caillebotte, Bonnard.
Edouard,
Liebermann, Nolde, Klimt, Munch, Klee, Van Gohd, gracias a la escritora
he paseado por sus jardines, sus cuadros, colores, flores, escenas de
esparcimiento y belleza.
Daphne
du Maurier con su novela Rebeca nos habla de un jardín abandonado en el
inicio de su libro, "La hiedra reinaba en el jardín, por todas partes
ortigas,vanguardia del ejército invasor..."
un libro infantil que me ha gustado y me gusta es "El jardín secreto" que también esta descrito en esta joya de libro.
"El jardín de Medianoche" y "Alicia en el País de las Maravillas"
"la memoria de las piedras" de Carol Shields, una maravilla de lectura, que en este libro se detiene minuciosamente.
En
1898 Elizabeth von Armin publicó "Elizabeth y su jardín alemán" que al
año siguiente ya alcanzó su vigésima edición.
Vita Sackville-West, con sus artículos sobre jardinería. Su libro "The Garden".
Hay lugar para el jardín silvestre.
Jardines rurales.
Jardines de Rocalla, de Botánica.
Gertrude
Jekyll con sus artículos y fue la diseñadora de jardines más importante
de su época. William Nicholson la inmortalizaría en el maravilloso
retrato en el que aparece de perfíl.
Hoy en día en muchos jardines se sigue practicando los dictados e ideas de Gertrude.
Nos
habla de nueva especies traídas de lugares exótico para crecer en
nuestra tierra, China, Nueva Zelanda, México. Nombres, plagas, colores,
composiciones, un auténtico tratado sobre jardinería.
Jane Austen también tiene su lugar en este libro.
Parques de ciudad, parques privados y parques abiertos al público, jardines que otros cuidan para el disfrute de los demás.
Sale esa ciudad que sin conocerla me enamora, Bach.
Practicar jardinería es eludir pasado, presente y futuro.
Es
desafiar al tiempo. Cultivas hoy para el mañana, el jardín se
transforma de una estación a otra. Siempre igual y siempre diferente.
He
dejado mucho de este libro para que los que os decidáis a entrar en sus
páginas los descubráis y pasear por sus páginas al igual que paseamos
por los jardines.
Este libro me ha acompañado dos noches y siempre lo hará, al igual que la autora, yo tengo mis jardines...mis recuerdos.
Mis
primeros recuerdos son del jardín del abuelo, un inmenso paraíso para
los niños, sus rosaledas, sus frutales, mis recuerdos de los mayores es
estar alrededor de una inmensa higuera, con sus hamacas, si pudiera
pintar ese momento sería...la caída del sol y todos hablando relajados,
mientras los pequeños jugábamos en la alberca donde los nenúfares, calas
y otras especies crecían y vivían con el rumor de la caída del agua en
una pequeña cascada.
Regar
al caer la tarde, con la mano de mi abuelo dirigiendo la mía, con la
manguera, diciéndome el trozo de jardín que debía regar y la intensidad
de agua.
Cuando
llegaba el invierno, miraba a través de la ventana, en la salita de la
casa y veía el jardín muerto, dormido me decía el abuelo, volvería a
vivir en primavera, me enseñó los ciclos. Pero yo sentía una especie de
pena al mirar el jardín así y no sabía que lo que sentía tenía una
palabra: melancolía.
Luego
veo a mi madre convirtiendo sus cinco ventanas en cinco mini jardines,
preciosos, cuidados, era el rato que más la veía disfrutar, incluso
canturrear mientras quitaba con cuidado las hojas marchitas, cambiaba
las macetas, regaba, mimaba con sumo cuidado las flores de todos los
colores que iban naciendo. Era feliz con sus macetas, y ellas le
correspondían a sus cuidados, era la envidia del vecindario, a las que
siempre estaba dando chitos y le decían que a ellas no se les daba tan
bien.
Luego
me llegó tener mi casa, mi padre se encargó de ponerme unas barras y mi
madre las llenó de flores, cada temporada las suyas, cuando venía, me
decía que no las tenía bien cuidadas, la verdad es que tan bien como
ella, no.
Luego
me vino de regalo un precioso jardín que no era mío pero la dueña de la
casa que nos alquiló el piso, al ver mi admiración por el jardín me lo
dejó en mis manos, venía un jardinero a podar y poco más. Allí fui
feliz.
Tenía
un columpio y mi hijo era un bebé al que crié al refugio de ese
precioso jardín donde pasábamos las horas. Mi madre me ayudaba, cuando
venía ya sabía donde encontrarla. Al nene le poníamos una manta y
gateaba por él. Merendaba allí, cenábamos allí y nuestras habitaciones
se abrían a ese vergel.
Paseaba
por los caminos viendo como cada día cambiaba, estaba vivo, cada
temporada tenía sus colores...lo primero unas azucenas moradas que
tamizaban una parte del suelo como una alfombra morada. Luego los
rosales de múltiples colores y con rosas de olor...no como las que
compras...
Allí
vuelvo en sueños, en esos tiempos en los que era feliz y no había
tocado mi vida la amargura y la soledad. Allí, en el jardín mi hijo
aprendió a caminar, y mis padres y yo hablábamos, me veo sentada en el
columpio con el nene en brazos y ellos sentados en las hamacas...con
total ausencia del mundo exterior, lo teníamos todo, estábamos todos.
Años
después tuve mi propio jardín, pero mis dolencias eran ya grandes y no
podía agacharme a plantar ni arañar la tierra, mi madre tampoco, así que
nos dedicamos a plantar en enormes macetas, geranios, petunias, un
jardín de crasas, con piedras, cactus, que a mi madre no le gustaban
nada y a mi me produjo una infección una de sus espinas y lo quité. Y
mi padre me regaló unos rosales trepadores, rosas rojas como la sangre,
rosas como el color que me gusta y amarillas con tonos rojos y rosas,
entrelazados en las paredes, con macetas, como uno de esos patios
cordobeses, pero en un lugar del árido Aragón.
El
abuelo Joaquín me plantó dos cepas de moscatel que subieron, treparon y
convirtieron la terraza en un lugar tremendamente romano, con la luz
tamizada por sus enormes hojas.
Pero
solo pude poner un árbol y fue un Lilero, que en Abril estaba lleno de
color y aroma, tenía la casa llena de olor, y al regarlo era una fiesta
de aromas.
Pasé años muy buenos en el jardín y la terraza, fueron un bálsamos a mi enfermedad y soledad.
Sé
que aún tienen rosas...son muy fuertes. El jardín ha desaparecido y
una de las cosas que me duelen...es que el lilero sin mis cuidados
muriera...son seres vivos y necesitan cuidados y personas sensibles para
dárselos.
Luego siempre me han acompañado flores en jarrones, macetas dentro de casa y fuera, en las ventanas.
Ahora
vuelvo a vivir en donde nació mi madre y yo me crié, un lugar con
nombre de jardín "Ciudad jardín", miro por las ventanas y veo los
árboles y las flores, los jardines, la plaza, escucho el sonido del agua
de la fuente por las noches, veo los cambios de estación, escucho las
risas de los niños al igual que reíamos mis primos y yo.
Ahora,
mis paseos casi siempre pasan por la calle del abuelo, donde fuimos tan
felices, ahora ya no queda jardín, han construido toda la superficie
con una gran terraza, pero los árboles de la calles, y algún chalet
siguen iguales, me veo en la plaza, han cambiado los columpios y la
orientación pero están en el mismo lugar, ahora columpio a mi nieta...y
sigo viendo a la niña que empujaba mi padre y me enseñaba a impulsarme,
al mismo tiempo que veo a la tía Lola salir a la esquina a recogernos,
vuelvo a casa de su mano, saltando de alegría, mis primos, detrás, con
menos ganas. Pero en casa nos esperaban los mayores que nos cuidaban y
protegían y el jardín del abuelo.
Este precioso libro ha hecho aflorar mis recuerdos de mis jardines. Lo tendré a mano para pasear por ellos.
La Vida que te sorprende a veces muy agradablemente ha puesto en mi camino a Maryté, la persona que a través de este medio, hace ya muchos años hemos llegado a mantener diariamente un dialogo por wasap, es nuestro tiempo que digo yo, es como una relación epistolar, pero en este caso en forma de audios. Ella tan generosa me hace partícipe de su jardín, pasea por el mientras me habla, escucho los pájaros, los llamadores de ángeles, en época de colegio escucho los niños en el recreo. Y me va diciendo como crece su jardín, las flores que han crecido, los árboles, el césped, veo a través de sus fotografías el cambio de estaciones contrarias a las nuestras. Quién me iba a decir, que ese lugar que me sonaba tan bonito cuando lo descubrí en las clases de geografía, Mar del Plata, ahora formaría parte de mi vida e incluso tendría un jardín más que virtual, gracias mi querida amiga, confidente y sabes que mucho más.
La Vida que te sorprende a veces muy agradablemente ha puesto en mi camino a Maryté, la persona que a través de este medio, hace ya muchos años hemos llegado a mantener diariamente un dialogo por wasap, es nuestro tiempo que digo yo, es como una relación epistolar, pero en este caso en forma de audios. Ella tan generosa me hace partícipe de su jardín, pasea por el mientras me habla, escucho los pájaros, los llamadores de ángeles, en época de colegio escucho los niños en el recreo. Y me va diciendo como crece su jardín, las flores que han crecido, los árboles, el césped, veo a través de sus fotografías el cambio de estaciones contrarias a las nuestras. Quién me iba a decir, que ese lugar que me sonaba tan bonito cuando lo descubrí en las clases de geografía, Mar del Plata, ahora formaría parte de mi vida e incluso tendría un jardín más que virtual, gracias mi querida amiga, confidente y sabes que mucho más.
Y pasear por mi barrio, con mis recuerdos y mis seres queridos, acompañándome, siempre.
Deliciosa lectura. Afortunados los que tienen un jardín o han vivido en uno de ellos.
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