Una sala de hospital. Niños con sus madres.
Lloran, algunos gritan en la lejanía.
Sale y entra una monja con los niños.
Tengo cinco años y mucho miedo, no lo digo. Mi madre me da la mano.
Me llama la monja, suelto la mano de mi madre y se la doy a ella.
Entramos en un pasillo largo y oigo tintinear las cuentas del rosario que lleva colgado junto a su delantal blanco.
Me sientan en un sillón con una banqueta.
Me ponen un aparato metálico y frío en mi boca, con sabor a alcohol.
Se acerca el médico con una luz en la frente.
No veo.
Tengo miedo.
Noto un inmenso dolor y un corte...y el sabor de la sangre que casi no puedo tragar.
Me ponen gasas en la boca.
Todo muy rápido. No lloro pero tengo mucho dolor y miedo.
La monja vuelve a darme la mano.
El mismo pasillo.
El mismo ruido del rosario.
Miedo.
Y en la sala mi madre me espera.
Me suelta la mano la monja y me la coge mi madre.
Ha sido muy valiente le dice la monja.
No lloro. Tengo cinco años y la mano de mi madre me quita el miedo.
Me han quitado las anginas que tanto daño me han hecho en mis cinco años de vida.
Todo esta fresco en mi memoria.
Tengo miedo y tengo sesenta años.
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