Siempre había tenido un sueño, y era
que me casaría en la playa, vestida con un vestido blanco hippy, con
unas turquesas antiguas, regalo de mi madrina, y con una sombrilla
china, blanca.
La primera boda, no opine nada, ni
siquiera elegí el vestido que quería...y cuando nos planteamos la
boda con Antonio, le conté mi sueño, pero las circunstancias
“mandan” y nos casamos un 12 de Febrero, en Albarracín, una
mañana heladora.
Entonces decidimos que un día en la
playa, nos vestiríamos como hubiéramos ido a nuestra boda. Pero no
llegaba. Tuve que conocer a Ana Pedrosa y a su familia, para hacer
posible mi sueño.
Un día, dentro de nuestras múltiples
conversaciones, le comenté mi sueño, y cuando planeamos este viaje,
me dijo: te traerás el vestido y todo lo que querías para la boda,
no? Si, le dije, pero con idea de que Antonio me hiciera unas fotos,
y alquién, nos hiciera, con prisa un par de fotografiás juntos.
Cual es mi sorpresa cuando Ana, me dice
que si no nos importa, acudirían a la playa, cuando nosotros
fuéramos, a esa playa donde Antonio acudía desde adolescente, y a
la que por otra casualidad, Ana y su familia, acuden con frecuencia,
la Playa de San Simón, una playa natural, pequeña, con poca gente,
muy agradable, en el mismo Mataró.
Nos arreglamos, llegamos los primeros,
y esperamos a la familia Rodriguez-Pedrosa, cuando vinieron, nosotros
íbamos sin nada, ni siquiera sillas nos llevamos...y ellos
aparecieron con todo el catering...una silla alta, comodisima, con
una manta blanca, para la “novia” la silla de Ana, más bajita, y
un mantel, con la nevera y una bolsa con la cena.
Paula, fue la única que se bañó, los
niños, si no van a la playa y se meten, no vale...y nosotras
paseamos un poco, nos hicieron fotos, nos reímos, estrenamos
nuestras sombrillas y yo como si fuera una novia, llevaba también
uno de los regalos de Ana, una pulsera con piedras de muchos colores,
Antonio, con sus vaqueros, y su camisa rosa de hilo, y yo cual la
novia de mi sueño...
Sueño que ellos cumplieron haciéndonos
un precioso reportaje que ahora adornará una pared de nuestra
habitación y siempre nos acompañará en nuestros recuerdos.
La tarde fue completa, después de
cenar vimos anochecer en la playa, nos quedamos casi solos, y no
queríamos irnos, pero el frío que “amenazaba” con instalarse en
nuestros maltrechos huesos, hizo que nos fuéramos de la playa, sin
ganas.
Fue una gran sorpresa, nunca dejaré de
agradecerles que hicieran posible convertir mi sueños en realidad,
GRACIAS FAMILIA.