miércoles, 24 de septiembre de 2014

IBON, MI QUERIDO COMPAÑERO


 
 
 
Eso es lo que eres para mi, nadie, me ha acompañado y ha estado a mi lado, incondicionalmente, día a día, durante quince años menos un mes, a día de hoy.

Día a día, llegaste a casa, con un mes, sin apenas caminar, solo dormías como un bebé, no podías subir las escaleras.

Deprisa creciste y te convertiste en mi querido compañero, íbamos juntos a todos los sitios...

Llevas unos días malos, después del gran susto de hace dos años. Por la mañana cuando me levanto, voy y te miro, a veces duermes y no me sientes llegar, otras me estas esperando, llevas días que hay que recoger pis y pas y es que no estas bueno...

Hoy cuando has venido a mi habitación me has mirado de una forma diferente, con tus ojos con cataratas te has echado enfrente de mí y no has apartado la vista de mi cara, de mis ojos, que querías decirme? Que estas malo, verdad?

Poco puedo hacer, excepto aliviarte el dolor y dolor no tienes.

Te he hablado y te he dicho, que si te acordabas de nuestros años juntos, de todo lo que has hecho por mí...seguías mirándome sin apartar tus ojos de los míos.

Te he recordado nuestros numerosos viajes al colegido de la niña, siempre el primero para subir al coche. Nuestras compras, siempre a mi lado, como me esperabas en el coche mientras iba a mis clases de gimnasia. Nuestros paseos, nuestras películas en el sofá, juntos, siempre juntos. Nuestros numerosos viajes, tantas vivencias, siempre conmigo.

Te he seguido hablando, recordándote nuestros años juntos, la gente que te ha querido y ya no esta, otros que han venido, las casas en las que hemos vivido...los lugares que hemos recorrido, y tu seguías con tu fiel mirada clavada a la mía...Nunca olvidaré este momento.
 
Como olvidar tu compañía en mis malos días, siempre a mi lado, aún ahora que estas malo, cansado, viejecico, cuando me acuesto y no es la hora de la siesta o la de dormir,vienes y te pones en el suelo, a mi lado, dejas tu cojín y te vienes conmigo, algo me pasa y tu lo notas...

Como poder pagarte todo lo que me has dado y me sigues dando? Con nada podría hacerlo, jamás, por mucho que haga por ti, nunca será suficiente.

Te digo que te quiero y sigues mirándome con esos ojicos azules, como el cielo, que con los años se han convertido en grises, más apagados. Pero que trasmiten el mismo amor que siempre.

Ahora no me enfado contigo, como cuando eras un cachorro, ahora se recoge lo que no puedes retener y no pasa nada, pero no obstante, te pegas a mí y me pides una caricia como pidiendo perdón porque has hecho algo que no esta bien, que tu no quieres hacer.

Y a mí solo me queda acariciarte. Hoy, creo que por primera vez te he llamado para que vinieras a mi lado mientras nos mirábamos y teníamos esta conversación con una voz y cuatro ojos, y no has venido, he entendido que te quedaban pocas fuerzas y estabas cansado, me he levantado y he ido a tu lado. Mi mano te ha recorrido y tus ojos se han alegrado.

Te quiero, te lo digo una y otra vez. Y siempre te llevo conmigo, sé que cuando no estés nunca me dejarás, como olvidar todo lo que me has dado y todo lo que has hecho por mí? Nunca, jamás, Ibón, mi querido compañero.

domingo, 14 de septiembre de 2014

LA TERRAZA




Desde mi vuelta a Zaragoza, la terraza de un bar del paseo, la única que esta cubierta, y nos tapa del largo invierno, y del sol impenitente en verano, es donde me gusta observar a la gente y donde veo pasar continuamente a las gentes del barrio. Y me permite ver a las que se sientan en las otras mesas.

Poco a poco ya hemos hecho un “grupo” de fijos. Si no los ves te extrañas, o cuando te vuelven a ver te preguntan, ahora a mi vuelta a todos les ha sorprendido lo bien que camino, y me lo dicen y se que lo hacen con alegría, no conocen ni me enfermedad ni me nombre, pero se alegran de verme caminar tan bien.

Aparte de la gente que va y viene de la terraza, y como gran observadora de las personas, imagino lo que son, que hacen, imagino su vida, probablemente nada acertada pero es un ejercicio que siempre me ha gustado.

Los fijos ya tenemos el sitio y nos “conocemos”, esta el señor solitario, muy educado, mayor, que se toma al filo de la doce, dos o tres whiskys, que le encanta hablar, fue emigrante en Francia y ha viajado por casi todo el mundo, oírlo hablar es una maravilla, te descubre lugares, comidas, costumbres, y siempre te quedas con ganas de saber mucho más. Él lleva el horario francés, así que mientras los demás estamos con el aperitivo él esta ya con el licor...mucho licor, pero jamás lo hemos visto en malas condiciones, un hombre solitario que siempre nombra a su esposa pero nunca le acompaña, que tiene una casa, dice, en un Valle pegado a España, frontera con Benasque y que ella es de allí, y Zaragoza no le gusta...

Están también una pareja con un perrito, la mujer siempre se dirige a él como: mamá te quiere, mamá, tal o cual...habla mucho más con el perro que con el marido pero muuuuucho más y por supuesto el que lo pasea es él y el que compra también, ella sale de casa como un figurin, ya bastante ajado, pero si así es feliz...no sé si lo será el marido, pero...

Tenemos también una pareja de mujeres, siempre hablando bajito, con gestos de amor, ya tienen cierta edad, pero no les importa, y hacen bien, lo que piensen los demás o que las miren. Muchas veces acuden más amigas y hacen un gran corro con risas y conversaciones, me gustaría unirme a ellas, se ve que lo pasan bien y que tienen todas una conexión especial.

Luego esta una señora sola, que siempre quiere hablar con cualquiera, que ama a los perritos y que añora a su querida perrita que ya se fue, pero que no quiere tener otro perrico porque es mayor y si se pone mala, que pasará con él?, pero siempre tiene una sonrisa y un gesto para cualquier perro que pase por su lado.

Luego viene un hombre solo, con todos los periódicos, se toma un café, saca una preciosa pitillera y se pone a fumar y a leer, va sumamente arreglado, con unos ademanes elegantes y delicados, no mira a nadie, y cuando termina de leer, se va, es el único que no saluda cuando llega y no se despide cuando se va...

Los demás nos saludamos, y nos despedimos al irnos.

Luego están los camareros, una mulata preciosa de Santo Domingo, un hombre calvo, ya cansado de tantos años de trabajo, muy profesional y la dueña del local, los tres se ocupan de la terraza y del bar, cuando te ven llegar ya con un gesto saben lo que quieres, sobre todo a mí, que me encantan sus croquetas de bacalao, me dicen con una sonrisa cuando tienen y cuando no, con un gesto de lamento...

Luego hay “personaje” que nos tiene por decirlo de una forma suave...intrigados.

Es el marido de la dueña. Esta siempre por allí, pero no hace nada concreto, no lo mires para pedirle algo, porque su mirada automáticamente se desvía hacía otro lugar.

De vez en cuando saca bolsas de basura, pero si tiene cuatro bolsas, hace cuatro viajes, al contenedor que esta muy cerca.

No habla con nadie, tampoco facilita el trabajo de los demás, retirando alguna mesa o cuando alguien se sienta, avisándoles...nada, no obstante todos los días, y digo todos sin excepción, hay una tarea que hace sistemáticamente...

Sobre las doce del mediodía, haga sol, llueva, sea invierno o verano, baja los toldos de la fachada del local...A veces la mujer sale y le dice algo...pero no hace caso los toldos se quedan bajados.

Y también hace en invierno otra cosa, que es “fastidiarnos” a los que estamos dentro de la terraza..y es según le parece, sube los plásticos, aunque haga un frío del carajo y estén las estufas encendidas, o los tiene completamente bajados, pegando un sol terrible y asandonos...Si alguien le dice algo, no contesta, no sabemos ni su tono de voz.

Tenemos la duda de que sea sordo, o como decimos aquí: que le falte un agua, menos mal que a la mujer, le sobran tres o cuatro, (aguas) siempre esta al “quite”.


Y hay una cosa que me gusta de esa terraza, aparte del Somontano blanco, fresco, que siempre sirven en copa, ya que no soporto el vaso para el vino, es la familiaridad que poco a poco, sin darnos cuenta hemos conseguido, en una Ciudad que nadie se conoce, allí tenemos un pequeño reducto, de gentes que vamos a disfrutar del momento y que nos alegramos de vernos unos a otros.