sábado, 22 de noviembre de 2014

EL HOSPITAL DE DIA



Hace unos años ya descubrí ese sitio del hospital que pasa desapercibido, ni sabes que existe mientras no tienes que acudir allí.
Me sorprendió la atención y la calidad humana de quienes trabajan allí, en un lugar lleno de dolor, enfermedad y mucha esperanza.

Hace nueve meses que vuelvo a visitarlo mensualmente, ya soy una “habitual” ya me conocen y conozco como funciona el servicio y las personas que tratan de hacerte el tiempo que estas allí, lo más cómodo y más fácil, dentro de lo difícil que es, pero siempre hay que dar las gracias a quién lo hace bien, y todo el personal sanitario del hospital de día, lo merece.

No es un sitio fácil para estar, ves muchas cosas que te marcan y que te duelen. Hay veces que no ves situaciones muy malas, pero otras...como el día de ayer.


Hay dos salas, una pequeña y una grande, te van llamando y te colocas en esos sillones de cuero negro tapados por una sabana...y empieza el ritual, preparan tu medicación, preparada exclusivamente para ti, según tu dolencia. Y así va pasando el tiempo, lento. No consigo leer no puedo, si no pita una máquina pasa otra cosa.

Ayer fui a la sala grande y cuando ya estaba con mi tratamiento entrando en mis venas, a mi lado, un hombre que no tendría sesenta años, empezó a quejarse y su mujer a gritar, la máquina a pitar y todo el personal a correr...Le estaba dando un infarto...segundos de lucha, de inyecciones, de guardar la calma como buenas profesionales y lo digo en femenino porque hasta ahora no he visto a ningún hombre en el Servicio.

Al final lo estabilizaron y se lo llevaron, había sido una angina de pecho. Otros que estaban con el tratamiento dijeron en voz alta sus miedos...miedos a que no los mate la enfermedad si no la medicación...

Mucho miedo y esperanzas lo que he dicho más arriba.

Ayer fue el día completo, no puedo quitarme de la cabeza ni la imagen ni el llanto de una mujer muy joven, de poco más de treinta años, delgada, vestida de negro, con el pelo corto, que no paraba de pasarse la mano por él como extrañando posiblemente una melena más larga, que siguiendo el consejo se había cortado para ir “acostumbrándose”, llegó sola, muy nerviosa, se sentó enfrente de mí y aunque no quieres mirar, lo haces, todos nos miramos, a veces con una mirada lo decimos todo, o un gesto de la boca, todos nos miramos el tratamiento que lleva cada uno...todos diferentes, cuando coincido con los biológicos, estamos hablando de nuestras enfermedades autoinmunes, ayer sin ir más lejos, coincidí con una mujer que pasea a su perro por donde pasea Ibón, y casualmente tenemos la misma enfermedad y el mismo tratamiento, ahora nos une algo más que el paseo con los perricos.

Pero sigo con la chica joven...se sentó y vio como iban colocando bolsas para ponérselas...siete horas le quedaban por delante, siete horas de sentir como entra en sus venas un tratamiento que va a tratar de salvarle la vida. No, se negó a pincharse...gritó y se encerró en el baño...no tienen cerrojo pero la jefa de Servicio dijo que la dejaran...Pasó un buen rato y su llanto, se te clavaba...al final salió y le dijeron que se calmara que era la primera sesión y era normal estar nerviosa y con miedo...no quería poner el brazo, no quería, se puso el chaquetón y su bolso y cuando se iba le preguntó una enfermera si quería vivir...

Este tratamiento te esta dando una oportunidad, tu has decidido cogerte a esta oportunidad, y has dado tu autorización, si te vas...no tendrás oportunidad, nunca sabrás si podrías haberte curado...

Se lo pensó unos segundos y decidió sentarse en el sillón, sin parar de llorar, la acariciaban varias enfermeras y auxiliares, le tocaban el pelo, le fueron subiendo la manga del jersey, hasta que sin darse cuenta le pusieron un inyección, pienso que un calmante, porque en diez minutos escasos, estaba dormida, tapada con todo el cuidado con una manta y acostada en el sillón, entonces, empezaron a buscarle la vena y el tratamiento empezó a entrar en su cuerpo...

Cuando la enfermera terminó con ella, vino a quitarme la vía a mí, la habitación estaba muda, el miedo se podía palpar, y le pregunté si se acostumbraba una persona a esas situaciones y me dijo que nunca, jamás, las asumen pero que no, que ese llanto la perseguiría mucho tiempo. Que solo les ayuda en ese trabajo, cuando acaban con el tratamiento, pasan los meses, años y vuelven y les dan las gracias y les dicen que están bien. Eso vale la pena, me dijo.

Un reconocimiento a todo ese personal que nos trata con una humanidad y una delicadeza extrema,GRACIAS.

domingo, 16 de noviembre de 2014

LA VIDA ERA ESO...



Ayer recordé este título de la novela de Carmen Amoraga, magnifica, para mí, en la que al final la protagonista se da cuenta que la vida era eso...lo que pasa mientras vivimos, y que en cualquier momento, desaparece sin darnos cuenta.

Ayer por la tarde mi madre sufrió un desvanecimiento, y dada su edad y su estado de salud, el susto fue muy grande, una UVI móvil con cuatro sanitarios volaron en poco más de cinco minutos para atenderla y poder recuperara. Lo consiguieron y nos fuimos las dos con ellos hacía el Clínico, lugar que voy a nombrar mi segunda residencia...

Una vez allí te das cuenta de lo efímero que es todo y de la poca importancia que tiene casi todo, allí estamos un persona acompañando al paciente y con miedo de que nos digan algo que no queremos aceptar ni oír...

Por si fuera poco, se produjo un momento de tensión porque vimos a los “famosos” trajes del Ébola y se puso en marcha el protocolo, pero allí estábamos todos, sin protección, algún enfermo llevaba mascarilla, por supuesto, yo llevaba la mía. Al final fue un susto, Malaria. Pero los nervios durante un rato y la intranquilidad y la inquietud fue grande.

Cuando mi madre se empezaba a recuperar, las dos solas, ella en una camilla y yo en una silla de ruedas porque todo estaba lleno, me dijo que no se había dado cuenta que se iba...que la vida es eso... Y recordé la novela y la frase.

La vida era eso, ni siquiera es, porque cuando acaba y ya no te das cuenta, es, era...mi madre tuvo la suerte de volver y darse cuenta.

Después de varias horas, volvimos en otra ambulancia a casa y ahora aquí esta, como una flor de invernadero, pero en casa, antes estaba sujeta por alfileres y ahora, los doctores dijeron que se le habían roto varios alfileres.

La vida es esto, vivirla mientras podamos, disfrutar de los buenos ratos, porque los malos llegan sin avisar, hacernos la vida más agradable unos a otros, dejar vivir y vivir, poco más.

Anoche, tuve miedo. Un miedo diferente al que siento cuando yo estoy mal, o mi hija, anoche, sentí el escalofrío de quedarme sin ella, mi madre, y recordé lo que sentí al irse mi padre y pensé que con mi madre sería, llegado el caso, más “fácil”, NO, anoche, me sentí más unida a ella que en muchos años, quizá solo he tenido un momento así de íntimo y fue cuando nació mi primer hijo y con él en brazos, mi madre me dijo: cuanto se quieren, verdad, hija mía? Entonces comprendí lo que ella me quería, aunque es una persona que no haya sabido exteriorizar mucho ese amor, lo siente.

Ahora la veo más débil, más dependiente, la siento un poco más alejada de la vida, pero mientras tengamos vida, vamos a vivirla!!!

Es lo que único seguro que tenemos, el momento, porque en un momento, casi pierdo a mi madre, hablando con ella...en casa, tranquila, en su sillón y viendo su programa de televisión.

Esta noche he velado su sueño igual que ella ha velado el mio muchas veces, la vida se da la vuelta y ahora nosotros, los hijos, somos los que cuidamos de ellos, nuestros padres, mi madre poco dada a sentimentalismos, anoche decía que pensaba en los ancianos que viven solos, que si ella hubiera estado sola, quizá no hubiera despertado. Yo la besé y le sonreí.


domingo, 2 de noviembre de 2014

LAS MANOS




Desde que he llegado a Zaragoza, bien sabéis de mis pequeños paseos, y de mis grandes ratos sentada en los bancos de las plazas y paseos que rodean el piso, sin alejarme mucho.

Hay una actitud de las parejas que me llama mucho la atención y es si van de la mano o no.

Es raro la pareja que ves de la mano, cuando la veo, siento que tienen una comunicación especial, no importa los años, si son muy jóvenes, no me vale la referencia...Sobre todo me fijo conforme los años se suman.

Hay especialmente una pareja mayor, ambos con achaques, él va en silla de ruedas y ella lo empuja, van muy arreglados y hacen todos los días que coincido con ellos un ritual que me tiene embobada y me hace creer en el amor.

Cuando llegan al banco, muchas veces el señor se levanta con dificultad de la silla y se sientan juntos en el banco, alejando un poco la silla de ruedas, pero ellos inmediatamente, juntan sus manos.

El otro día aún fue más especial, ella acerco la silla al banco ya que el señor no se levantó y la puso enfrente de ella, se cogieron las manos y se empezaron a mirar a los ojos, como si el mundo no existiera, solo ellos, no se fijaban en nada ni en nadie, solo ellos, hablaban, sonreían, incluso se acariciaban la cara con una extrema suavidad.

Casi me parece un sacrilegio observarlos en su mundo, lo hago con disimulo, con las gafas de sol, pero no importa, no reparan en nada, solo existen ellos.

Pensar que no sé los años que llevaran juntos, pero desde luego se aman y no están cansados el uno del otro. Cuando una pareja habla y se toman de la mano, se ama.

Volví a casa triste y alegre, con una extraña sensación de felicidad y de tristeza, no sé explicarlo.
Pero me alegro infinitamente por ellos y no puedo imaginar lo que puede llegar a sentir uno de los dos cuando el otro falte...

Las manos, esas manos que trasmiten tanto, esas manos que necesitan los niños para crecer con felicidad y amor, los enfermos para sentirse comprendidos, los ancianos para sentir que los seguimos queriendo, esas manos que TODOS necesitamos. Y que no todos están dispuestos a dar...

Una mano amiga, una mano de tu pareja, una mano...dicen tanto sin hablar, el lenguaje de las manos... es maravilloso

Luego en una conversación telefónica, comenté esta pequeña historia que había vivido el viernes por la mañana y esa persona me contó una historia que vivió y que también tiene un gran valor para seguir creyendo en el AMOR con mayúsculas.

Estando en verano en la playa, observó que se acercaba una pareja, de unos cuarenta años, ella en silla de ruedas y un niño de unos diez o doce años.

Cuando llegaron a la zona de las hamacas, él hombre le paso el brazo por el cuello de ella y la levantó con extremada delicadeza para depositarla como el bien más preciado, en la hamaca, cuando ya estaba instalada, con su mano, le levantó la barbilla y la besó con suavidad.

Esta persona sintió lo mismo que yo al observar a la pareja de ancianos.

Hay gente que tiene suerte con sus parejas y que ni la edad ni la enfermedad acaba con su amor, quizá porque es amor de verdad, y los problemas no alejan al otro, sino lo acercan más.




TUS MANOS
 
Cuando tus manos salen,
y amor, hacia las mías,
qué me traen volando?
Por qué se detuvieron en mi boca,
de pronto,
por qué las reconozco
como si entonces antes,
las hubiera tocado,
como si antes de ser
hubieran recorrido
mi frente, mi cintura?
 
Su suavidad venía
volando sobre el tiempo,
sobre el mar, sobre el humo,
sobre la primavera,
y cuando tú pusiste
tus manos en mi pecho,
reconocí esas alas
de paloma dorada,
reconocí esa greda
y ese color de trigo.
 
Los años de mi vida
yo caminé buscándolas.
Subí las escaleras,
crucé los arrecifes,
me llevaron los trenes,
las aguas me trajeron,
y en la piel de las uvas
me pareció tocarte.
La madera de pronto
me trajo tu contacto,
la almendra me anunciaba
tu suavidad secreta,
hasta que se cerraron
tus manos en mi pecho
y allí como dos alas
terminaron su viaje.

Pablo Neruda