domingo, 19 de agosto de 2018

EL VERANO Y LA SALUD...



Estoy mirando un programa en la televisión, de viajes, todos a los lugares lejanos, exóticos, donde se hacen deportes de aventura.

Viajes en barcos para bucear entre corales.

Viajes en avionetas para tirarse a lugares insospechados.

Viajes a Islas maravillosas donde hacer todo lo imaginable, y no precisamente caro.

Viajes por el desierto, con paradas al anochecer, montar las jaimas y disfrutar de las noches frías, y las comidas típicas.

He estado esta mañana de domingo de agosto, una mañana no muy buena en mi maltrecha salud y al ver estos programas he pensado en las muchas personas que no viajamos, que no podemos no ya por una razón de trabajo o económica.

Esta razón es la principal: la salud.

No podemos salir de nuestra ciudad, no podemos movernos si no es con un montón de medicamentos, cartas del hospital, autorizaciones incluso para coger un AVE, y trasladarte a una ciudad de este nuestro país, cerquita de un hospital porque en un momento dado, sin avisar, nos llega un empeoramiento y tenemos que acudir a un hospital y ponerse en marcha todo un protocolo.

He recordado viajes en los que aún iba con personas que no estaban enfermas y en los que he sufrido mucho, porque no podía seguir su ritmo ni ellos por supuesto adaptarse al mío.

Mientras no normalicemos la situación en la que vivimos muchas personas tendremos problemas de aceptación por parte de la sociedad que vive de espaldas a la enfermedad, como vive de espaldas a los mayores que viven en soledad, lo que llevamos de año, en Zaragoza han fallecido diecinueve personas, que vivían solas, mayores y enfermos...algo estamos haciendo mal, como sociedad, como personas con sentimientos, sin pensar en los demás, en los que no caminan, no salen solos, no pueden ya viajar, si no prepararse una comida, y los Servicios Sociales fallan y las familias si las tienes, los apartan, los amigos, se van y llega la soledad unida a la enfermedad, a la incomprensión y a la falta de recursos.

Ayer hablaba de cuando aún subía a los Pirineos, recorría valles, Ibones, Picos, y poco a poco todo se ha ido acabando y los días transcurren en las cuatro calles cercanas a mi lugar, el lugar en el que puedo hacerlo.

No quiero dar la impresión de sentir resentimiento porque no lo es, pero si un toque para que la Sociedad, la televisión, los programas se acuerden de los enfermos, de los que no podemos practicar deportes, pero podemos hacer otras muchas cosas, muchas con ayuda.

Personas que son dejadas solas para que los que están sanos, disfruten sus vacaciones, hospitales con salas repletas para dejar abuelos...abandonados como si fueran o son, un estorbo...

Recuerdo años de ver pasear por la playa al atardecer a una señora muy mayor,  con su gran sombrero y un bastón y los hijos al lado, cada tarde con uno, tres, dos hijos y una hija...un día le dije: que contenta, tan acompañada, me dijo: es lo único que deseo a todo el mundo, que cuando llega el ocaso y la dependencia tener un brazo y que no quieren irse y dejarme en casa.  Siempre que pienso en esa playa, la recuerdo, algo poco usual en estos tiempos.

Vivir de espaldas a la enfermedad es como vivir de espaldas a la vejez, si vives lo suficiente, te veras en en este lado.  A todos nos toca, unos antes que a otros, pero la edad nos va igualando...

Seguir disfrutando de este verano, atípico por las temperaturas y si tenéis salud, disfrutarla, porque recordar que sólo se echa en falta cuando no se tiene.

Y llega sin avisar, os lo puedo asegurar.



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