domingo, 13 de enero de 2019

CUENTO TRES



Hace dos años que me he mudado a una comunidad muy pequeña, sólo hemos tenido una reunión de vecinos y allí la conocí...

Encima de mi piso vive una mujer de mi misma edad, cerca de los sesenta.
La miré a los ojos, los tiene como el color del cielo en un día de primavera, un azul celeste, preciosos, su pelo, con sus rizos naturales, en una media melena canosa, se mueve con suavidad como si hubiera sido bailarina de ballet.  
Me sorprendió su voz ronca, de fumadora, como si no "le pegara" ante el aspecto frágil de su cuerpo.

Sentía curiosidad por mi vecina.  Desde que llegué a mi nueva casa, la siento, la oigo caminar con tacones...sólo por la noche.

La primera vez que me percaté de ella fue cuando la cartera me dijo que nunca le abre la puerta, para qué pide paquetes, que vienen siempre de una librería de segunda mano, de Madrid.

Curioso, pensé...una lectora, que no abre la puerta ante la llegada de los libros que ha pedido...

Yo no salgo mucho de casa pero cuando lo hago, a la vuelta siempre tomo el camino para ver de frente la fachada de la casa, y miro sus ventanas, están abiertas las cortinas, entrando la luz y sol, pero nunca la he visto, ni siquiera una sombra cuando es ya de noche, veo una luz suave pero nunca la he visto..ni una sombra, es como si el piso no estuviera ocupado.

Pensaría que no vive nadie encima de mi, si no fuera porque cuando llega la noche, y digo noche, sobre las doce hasta las tres de la madrugada los ruidos son constantes, mueve muebles...oigo sus tacones, van y vienen, estoy tumbado en la cama y miro el techo, la siento...oigo como abre cajones, nunca oigo una voz, un teléfono, música, televisión, radio, nada, solo sus tacones como una música que va y viene.
No me molesta, me siento acompañado en mis noches sin sueño pero me intriga, no el que nunca la he visto salir de casa, quizá esos horarios que lleva, y no oír nunca a nadie, nada de visitas, familia, amigos. Nada.

Si tuviera una imaginación que no tengo pensaría en una enfermedad mental o en una criatura que no puede vivir a la luz del día.  Cada noche, espero que den las doce para sentir que hay alguien arriba, no siento miedo pero la curiosidad me puede.

Un día se fue la luz y subí directamente a su casa...llame varias veces y no salió ni un solo ruido detrás de la puerta, le dije: soy el vecino, tiene luz? luego pensé que parecía un vecino cotilla, antes de bajar a mi piso ya había vuelto la luz.

Espero con ansiedad la próxima reunión vecinal...la miraré con mucho disimulo, al igual que la única vez que la he visto...ella nunca miraba a los ojos de nadie, era como si hablara a alguien que no estuviera sentado en esa mesa.

Me siento acompañado al igual que intrigado por mi vecina, esa que imagino, fumando, vistiéndose con batas de seda y tacones para caminar por su casa cuando se hace la noche, y por el día, duerme...


 


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