viernes, 15 de marzo de 2019

OCHO DE MARZO



Hoy hace una semana que salimos a la calle para hacer huelga y dejarnos oír. Dejar de estar calladas y reclamar todo lo que nos quieren quitar.  Lo quitado...nada ni nadie nos lo podrá devolver.

Fue un día lleno de emociones, mis hijos, mi nieta, que el año pasado ya fue en la tripa de su madre, este año iba en los hombros de su padre, eso por la mañana en el barrio pero lo mejor estaba por llegar.

Las siete de la tarde y mi ciudad bullía de mujeres vestidas con alguna prenda morada, jóvenes, muchas, mayores, también y pequeñas en sus brazos, delante, nosotras, acompañando los hombres que creen que las mujeres tienen la fuerza y el poder de cambiar las cosas, siempre hemos sido las que han "tirado del carro", y más si las cosas se han puesto difíciles.

Miraba, detrás, delante, a mi lado, y todo eran mujeres, gritando, callando, cantando, apoyando, una marea imparable.  

Al llegar la noche, la adrenalina, el orgullo de mujer me impedía dormir, a pesar del inmenso cansancio, y entonces empecé a rebobinar mi vida hasta esa noche, noche en la que pensé en todas las mujeres que me han precedido y acompañado en mi vida, mujeres por la que soy lo que soy y como soy.  Y un hombre, mi padre, que cuidaba a mi madre, enferma, me peinaba las coletas, compraba, limpiaba y cuando tendía mi madre le decía que lo hiciera de noche por lo que pudieran pensar los vecinos... mi padre sonría y tendía, y trabajaba .  El ejemplo de un compañero lo he tenido muy cerca.

Pertenezco a una familia materna en la que mi abuela tuvo doce hijos, seis chicas y seis chicos, una gran familia, conocí a mi abuela y siempre la recuerdo como una abuelica, tenía sesenta años cuando falleció, los que tengo yo ahora. Y mis recuerdos son de verla, enferma, sentada en un sillón de mimbre, debajo de la rosaleda que le había plantado mi abuelo. Con sus hijas siempre a su lado.  Una mujer que repartió mucho amor, nunca levantó la voz y paría por la tarde y mi madre me decía que por la noche ya estaba haciendo la cena...Tuvo el primer hijo a los veinte años y el último, a los cuarenta, falleció a los sesenta.  Solo paró cuando su corazón le impedío moverse. 

Sus hijas han sido mujeres fuertes y luchadoras, todas, una, la más pequeña, siguiendo "la tradición"...se quedó sin trabajar para cuidar a los padres y al hermano pequeño...la que peor vida llevó, cuando se murieron los padres y su hermano se casó, dependía de un hombre que no siempre la trató bien, pero su condena fue que lo amaba con locura, con ese amor romántico que puede llegar a matarte.  Siempre dependiente de él, hasta morir, con el miedo a quedarse sin nada, porque nada tenía, sus setenta años al servicio de todos, no le valieron para tener una vejez digna ni independiente.

Las otras hermanas, todas, trabajaron, cuatro de ellas hasta casarse y una incluso casada, y todas tuvieron sus pensiones, ellas no habían oído hablar de emancipación, feminismo, libertad. Mis tías, de las dos que viven, una es la que siempre trabajó y la otra es la que a sus más de ochenta años,. como dice mi hija, no sabe que es feminista, pero lo es, me dice casi todos los días que hacen muy bien las mujeres saliendo a trabajar.  Y ya vale de casa y de cuidar de todos, que nosotras nunca nos jubilamos y les dice a sus nietas que nunca dejen nada por nadie, nadie ni nada.  No es egoísmo, me dice, es vivir.

De esas mujeres aprendí el amor de la familia, el hogar, la piña, la sororidad, palabra que tardé muchos años en poner en mi boca.  El no dejar que te pisen, que no eres menos que nadie por ser mujer.

Luego esta mi abuela paterna, la que dicen que me parezco a ella.  A esa abuela la conocí muchos años, falleció cuando mi hijo tenía seis años, fui su primera nieta y la hice bisabuela de su primer bisnieto.  Vivió noventa y cinco años de ellos más de cincuenta, viuda.

Una mujer que al enterarme de lo que hizo, me  sentí muy orgullosa de ella, hace falta ser muy fuerte para hacerlo.  Su primer hijo, un varón, murió en el parto y una vecina tuvo al mismo tiempo otro niño pero no tenía leche y en esos años era una muerte casi segura para el bebé, así que no dudó criar a ese niño, ponerlo en sus brazos darle su leche y así darle vida.

Luego tuvo dos chicos y dos chicas.  Siempre trabajó, fue una mujer muy independiente, en todos los aspectos.  Trabajaba y se iba al cine, sola, todas las semanas, luego compraba pasteles y los llevaba a casa, todos eran muy lamineros.  Una mujer que al crecer los hijos, con las dos chicas enfermas...viajaba todos los meses a Barcelona, donde vivían sus hermanas y le gustaba pasear sin que la conocieran, siempre volvía con alguna ropa "moderna", un poco más corta de lo que se llevaba en esta pequeña ciudad.  Se cortó el pelo y se sacó el carnet de conducir, compró un coche y paseaba, iba y venía sin depender de nadie.

Luego la vida volvió a sacudirla al morir su hija pequeña, su amiga, vivían juntas, solas, con treinta y tres años.  Pero no se detuvo a llorar, siguió viviendo, con un gran vacío, pero viviendo igual, saliendo y viajando, y trabajando.

Luego cuidó a su otra hija, enferma también y a sus tres nietos, que hablan de ella como una madre, la otra, estaba siempre en la cama, y ella era la que iba y venía con ellos, al colegio, al cine o donde fuera.

La vida le otorgó una muerte como la vida que vivió, fue independiente hasta los 95 años, cuidaba de todos y no necesitó nada ni a nadie, en ningún aspecto, falleció estando unos días ingresada.  Una vida plena sin importarle nada de lo que pudieran pensar de ver a una mujer sola hacer su vida y seguro que levantando más de una envidia.  Ayudando alguna mujer del barrio que su marido o no le daba dinero y no podía comprar comida o se le había ido la mano, al volver del bar...cosas que una se entera cuando ya es mayor.

Luego esta mi tía Amparito, mi madre decía que su hubiéramos sido de sangre no nos pareceríamos tanto ni nos llevaríamos tan bien.  La mujer de mi tío, a la que tanto admiré y quise. Fue y sigue siendo un ejemplo de mujer fuerte, independiente, trabajadora, solidaria, confidente, jamás juzgaba a nadie y respetaba todas tus decisiones, aún sabiendo que te equivocabas. Pero era tu aprendizaje. Mujer que salía con sus amigas, todas las semanas un día.  Te llamaba y te decía: me voy a Francia!!! y eso? con el tío? no, sola, me apetece viajar sola, lo necesito.  El país vecino fue su paraíso.  También tuvo un buen compañero que no le cortó las alas, aunque como mujer independiente, entonces no se decía feminista, no lo hubiera permitido.

Mi educación en un colegio de monjas fue un claro exponente del machismo imperante. Otra palabra que no sabía.

Sufrí en silencio, te decían que callaras, el maltrato de ciertos hombres en el colegio, un cura, en el autobús, los clásicos...las miradas, los chistes, las risas...
En el trabajo ya había leído a muchas mujeres que habían dejado su huella en mí, y no cedí ni un milímetro, pero veía como se trataba a las mujeres y no me gustaba, ellas callaban o se reían de sus bromas, yo era la rara y contestona.

Así en esa manifestación de la semana pasada, mujer con mujer, delante mi hija, a la que he querido trasmitir su valía e independencia, igual que a mi hijo, ni más ni menos, me he sentido parte de un algo, me he sentido un eslabón en la marea morada que es imparable.

Cuando veo el ímpetu de las jóvenes y la energía de las mayores me siento orgullosa de pertenecer a una época en la que por mucho que quieran recortar nuestros derechos, no nos van a callar.

Quiero los mismos derechos para todas, el mismo sueldo, el mismo respeto, que no tengan miedo al volver a casa, que las calles y la noche sean nuestras, que no sienta miedo cuando mi hija sale de casa lo mismo que no lo siento cuando sale mi hijo.  Y eso lo debemos hacer todo y solo hay una manera, EDUCACION, con educación conseguiremos que se respete a las mujeres.  No hay otra manera. Deseo un tiempo mejor para mi nieta, que nadie corte sus alas, nadie. 

Una mujer libre para decidir porque no somos infantiles, porque tenemos derechos, incluso para equivocarnos.

Orgullo de mujer, de que aún sin saber lo que significaba la palabra feminismo, lo he ejercido y sigo haciéndolo en todas las facetas de mi vida, y si en algo no lo hago soy consciente y asumo las consecuencias. 

Orgullo de ser madre y abuela, de mis sesenta años y de que un día mi padre, en una de mis convalecencias me trajera un libro "Mujercitas" y descubriese a un personaje, Jo y quisiera ser como ella, no la bonita, no la tonta, quería ser la lectora y rebelde niña que se saltaba el destino que los demás habían escrito para ella.

Virginia Woolf marcó un antes y un después en mi vida, descubrir su Obra fue un referente que me sigue acompañando, una mujer que no encajaba en los roles que le tenían reservados y que nos dejó un camino para seguir.

Y tantas y tantas mujeres anónimas que jamás conoceremos, que ayudaron sin saber que lo hacían a educar a mujeres para las cuales no querían lo que ellas tenían. Gracias a las mujeres que me han ayudado a las conocidas y a las desconocidas, gracias por su aportación a nuestra educación, nuestro trabajo y nuestra conciencia.

Porque fueron, somos. Porque somos, serán.





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